6 de Abril de 1991
HABLAR EN PARABOLAS
(o carta a una amiga)
“Oculos habent et non Videbus” (“Tienen ojos y no ven”)
“Os habent et non Loquentur” (“Tienen boca y no hablan”)
“Manus habent et non Palpabunt” (“Tienen manos y no tocan”)
“Aures habent et non Audient” (“Tienen oídos y no oirán”)
San Pablo dijo a los Judíos de Roma:
“Son muy ciertas las palabras que el Espíritu Santo dijo a sus padres por medio del profeta Isaías:
Ve a decir a tu pueblo:
Por mas que oigan no comprenderán,
Por mas que vean no conocerán,
Porque el corazón de este Pueblo
Se ha endurecido,
Se taparon los oídos y cerraron los ojos,
Por temor a que sus ojos vean,
Que sus oídos oigan,
Que su corazón comprenda,
Que se conviertan
Y que yo los cure.
Sepan entonces que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos. Ellos si que la escucharon.
Al oír estas palabras los judíos se retiraron discutiendo acaloradamente”. (Hechos 28,25-29).
Y era lógico que se retiraran “discutiendo acaloradamente”, ya habían escuchado estas palabras muchas veces los judíos.
Ya se las había dicho Isaías (6,9-10), porque Dios le había encomendado a Isaías proclamar su palabra al pueblo para que este la “ACEPTARA o la RECHAZARA”, tarea, por cierto, difícil, porque la mayoría del pueblo, y sus dirigentes, cerrarían los oídos al mensaje que los salvaría, que debía salvarlos.
A causa de este rechazo voluntario, el mal que antes se cometía por “rutina” o ignorancia en adelante provendrá de una decisión “LIBRE Y RESPONSABLE”, que atraerá el juicio de Dios, y que trae como consecuencia la condenación eterna, porque se hace adrede, a propósito.
Es por eso que Jesús, sabiendo que el corazón de algunos hombres es duro, les hablaba en parábolas, para no “hacernos responsables de sus males”.
Y se lo explica a sus discípulos, por pedido de ellos, de la siguiente forma:
“A ustedes se les ha concedido conocer los misterios de reino de los cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará mas todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quitará lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas, porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Así se cumple con ellos la profecía de Isaías, que dice:
.
Por más que oigan no comprenderán,
por más que vean no conocerán,
porque el corazón de este Pueblo
se ha endurecido,
tienen tapado sus oídos
y han cerrado sus ojos,
para que sus ojos no vean,
sus oídos oigan,
y no se conviertan,
y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven, felices sus oídos porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyeron y no lo oyeron” (Mateo 13,10-17).
Jesús sabía positivamente, porque conoce el corazón del hombre, que muchos no iban a querer aceptar su predicación, entonces, para no hacerlos responsables les habla en “parábolas”, que suelen terminar con frases como: “El que tenga oídos que oiga” o también; “El que pueda entender que entienda”. Porque si les hubiera hablado directamente los hubiera hecho “responsables de sus actos” que ya no tendrían por ignorancia o por costumbre; sino que los harían en pleno uso de su propia libertad.
“Libres y responsables de sus actos”, esto, sin duda, los condenaría y Jesús, no quería su condenación, entonces les habla por medio de parábolas para que razonando, meditando, pudieran convertirse.
Decimos en los encuentros de catequesis que cuando alguien comete un pecado sin saber que lo cometió, no ha pecado; en cambio pensando o sabiendo que lo está haciendo; ha pecado.
Y les doy este ejemplo: Suicidarse es un pecado mortal. Supongamos que alguien se toma un vaso de leche fría, pensando que es un veneno con la intención de suicidio. Esta persona, no morirá; sin embargo ha pecado y seriamente.
Ahora bien, supongamos que esa persona se toma un vaso con veneno, sin saber que lo era, pensando que se trataba de leche fría, con la intención de refrescarse, esta persona seguramente morirá, a menos, claro, que sea atendida rápidamente, sin embargo no ha pecado.
Es por eso, amada amiga, que yo, muchas veces te hablo en “parábolas”, porque te amo y no quiero el endurecimiento de tu corazón; sino tu reflexión.
Del Libro "A Fernanda" por Aníbal Luis Puricelli Pinel - Ed. Miradas - Segunda edición: Octubre 2005.