miércoles, 11 de junio de 2008

Al Ángel

Hace años alguien escribió esto que a continuación sigue, y dice habérmelo dedicado. Hoy lo comparto con usted. Siento la necesidad de tomar alguna fuerza para continuar con el combate. La lucha hoy es dura, que quiere que le diga, y un tanto complicada, para que nos vamos a engañar.
Quienes me conocen saben que repartir sueños es tarea compleja y difícil. Y hoy, mas que nunca, ya que nadie duerme. Y es por eso; damas y caballeros, que debo actuar en otros foros no tan agradables y cálidos -para mi- como este.
Así debió haber empezado sin mas este blog, y, esta haber sido su primera entrada, pero las circunstancias, el destino -si es que existe- o quien sabe; han querido que sea otro el rumbo inicial.
Hoy, como adelanto, escribo esto. Veremos que pueda seguir en un futuro.
Dios guarde a usted.
AL ÁNGEL

Tú que conociste el Derecho
tanto, o mas que la Justicia.
La que procede de Dios
y no la de los Hombres.

Tú que has librado el Buen Combate,
no por recompensa o salvación,
sino, y tan solo, por Gratitud.

Tú, que amaste tanto a esa mujer
y sin embargo, no la tomaste
y no por cobardía,
sino; porque la Amaste.

Tú, que fuiste vida,
hoy dispersión y polvo.

Tú, que viviste, no en el rígido Ayer;
sino en el incesante presente,
último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
flecha eterna, siempre en mitad del recorrido.

Tú, que en tu monasterio,
fuiste llamado por la antigua voz de la ética,
conociste a Virgilio, a Beatriz y a San Bernardo,
y cantaste la victoria de Rafael,
aunque no la atribuiste a él,
sino a la espada de tu Dios, tu Rey.

Tú, que con júbilo feroz,
cantaste la humillación del enemigo reptil,
y su eterna derrota.

Tú, que en la hora militar congregaste,
las rituales metáforas de la estirpe,
en un tiempo sin historia.
Viste, en el ahora el ayer,
en el sudor y la sangre de esa guerra
un cristal de antiguas auroras.
Tú que tanto querías a tu país,
y no lo nombraste,
sino, a través de tus actos,
hoy no eres otra cosa
que palabras que algunos anotan.

Hoy no eres otra cosa,
que mi voz cuando repite
tus palabras de Hierro:

“Pídole a Dios,
o a la suma del Tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea nadie,
como el de Ulises.
Pero que algún verso perdure
en la noche propicia
a la memoria de los hombres;
y que también,
cuando mis nombres
merezcan el olvido,
pueda yo volver, secretamente,
sin que nadie lo sepa,
en un verso ajeno,
en alguna noche propicia
a la memoria de los hombres”.

Ya no importa mi nombre, ni quien soy, ni de donde vengo, y eso quiero. Hoy soy una sombra para el mundo. Pero ese verso de otro pero a la vez mío, ha perdurado.

Y hoy, tan solo quiero,
que ese verso, eterno,
perdure en el tiempo,
hasta el final.
Para que así, el Abanderado,
al retornar encuentre;
que todo el campo está sembrado
y, mientras tanto, otro,
recoja mi bandera,
y no la deje caer;
porque no es solo mía.

Aníbal L PuricelliP.
25 de Diciembre de 1994